4
CUATRO ES MÁS QUE UN NÚMERO
Antón Castro
Cuatro eran cuatro mis amores: Adelina, Isabel, María y Carmen. Las veía en el cine, cuando volvían del colegio; las veía en la verbena y las sacaba a bailar. Cuatro eran cuatro mis primeras pasiones y se fue quedando solo una: Carmen. Un día le dije: “¿Quieres bailar conmigo hasta el fin de la noche?” Nos mareamos con el ritmo, con la brisa, con un amor indeciso que aún no tenía ese nombre. Nos fuimos al mar y vimos cuatro barcos: Patache, Carolo, Gaviota y La Ilusión. Cuatro barcos de cuatro marinos o cuatro jóvenes capitanes. Recorrimos las tabernas del puerto: Mourelle, Las sirenas libres, Rompeolas y La Pulpería. No hay nada tan placentero como recenar. Tomamos cuatro pedazos de empanada, cuatro vinos Albariño y cuatro helados. Luego Carmen me dijo: “No sabes nada de mí. Acompáñame a mi casa”.
Allá fuimos. Estaba a la salida del pueblo, en una colina con impresionantes vistas hacia la ribera y los bosques misteriosos donde José, el explorador de los sueños y el niño alucinado de los Moreiras de Cuatrovientos, había visto cuatro lobos, cuatro águilas y dos serpientes que le parecieron infinitas. Subimos al patín del hórreo. “Mira bien. Ya esclarece el día. Desde aquí puedes contemplarse cuatros faros. Diferentes, altísimos, los dueños de la luz que vencen la noche y la niebla. Mamá dice que a veces pueden verse las costas de Irlanda”. De repente, desde el fondo de un cobertizo se acercó un perro. Carmen lo acarició: “Mi padre es cazador y tiene cuatro perros: Amancio, Merlín, Ariza y el más joven de todos, de apenas ocho meses, este, León”. León, como yo. Pensé que tenía algún derecho a hacerme ilusiones y me despedí a lo grande: con cuatro besos.
Magnífica texto y buena imagen para ilustrarlo. Una abrazo
Gracias Eduard. Un abrazo